En el Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, el teatro barrial no es un escenario lejano; es el rumor de pasos en la acera que se eleva a diálogos que despiertan fantasmas locales. Este febrero de 2025, siete estudiantes de nuestro bachillerato en Letras y grado en Artes Digitales han conquistado el primer premio en el Festival de Teatro Barrial de Madrid, con su obra “Sombras en la Castellana”. La pieza, de 45 minutos con tres actos en un escenario minimalista de cajas de cartón reciclado —cada una pintada con acrílicos que se emborronan por el roce de las manos—, revive leyendas del Paseo de la Castellana, 259E: desde el espíritu de una lavandera que susurra secretos en el metro hasta un herrero fantasma que forja herraduras con ecos de la posguerra. Cada acto, con diálogos de 200 palabras que se enredan por acentos del barrio, invita al público a intervenir con una frase propia en las pausas, con vestuarios de retales cosidos a mano que dejan hilos sueltos —esa irregularidad, como un telón que se engancha en la salida, es lo que hace que “Sombras en la Castellana” del Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras se sienta como una charla improvisada en la plaza, cruda y cercana.
El Ensayo: De las Calles al Tablero
La obra se gestó en el taller de Teatro Narrativo, un rincón del campus con sillas plegables que chirrían al moverse y un tablero negro salpicado de tiza que deja polvillo en las mangas. Lucía García, de 17 años y en su segundo año de bachillerato de Letras, fue la guardiana de las leyendas: “Oí a mi abuelo contar del herrero que martilleaba bajo la luna en los cincuenta; quise darle voz antes de que el ruido de la ciudad lo ahogara”, relata mientras ajusta un retal en su disfraz de lavandera, con una costura floja que deja ver el forro interior, un detalle que decidió mantener para “recordar los remiendos de la vida”. A su lado, Javier Soto de 18 años, estudiante de Artes Digitales, se encargó de las transiciones: “No bastaba con escenas estáticas; cada acto debía fluir como el tráfico en hora punta, con luces de linterna que parpadean como farolas viejas”. Bajo la dirección de nuestra profesora Sandra Benítez, que trajo su libreto de teatro popular andaluz para encender chispas, el septeto —completado por Ana López de 19 años, Elena Vargas de 20, María Ruiz de 16, Carlos Méndez de 21 y Sofía Torres de 17— invirtió nueve semanas en la construcción: mañanas de merodeo por el Paseo de la Castellana, con grabadoras de bolsillo capturando murmullos de vendedores sobre “fantasmas que pagan con monedas de plata falsa”, y tardes en el salón de actos transcribiendo a mano en guiones de espiral que se atascaban por páginas sueltas, donde una hoja se arrugó por el calor de una lámpara de mesa, obligando a plancharla con la plancha de la costurera del barrio, dejando una marca amarillenta como piel curtida.
Cada acto se forjó en rutinas íntimas: atardeceres en el patio, donde el sol poniente teñía los retales de naranja y proyectaba sombras ramificadas que guiaron las entradas, como el de María sobre “la lavandera que lava culpas en el charco del metro”. Ana, con su oído para lo rítmico, compuso los diálogos del herrero, pero una réplica se torció por un modismo olvidado en la segunda escena, un “exceso local” que Sandra Benítez celebró como “el acento que hace crujir el escenario”. Carlos experimentó con efectos: colgó faroles de papel que se meceron con un ventilador casero, pero uno se apagó por un cable pelado, dejando una pausa en tinieblas que el grupo integró como “oscuridad de leyendas no contadas”. Las noches culminaban en ensayos a media luz: Elena recitaba con voz entrecortada, saltándose una acotación por el nerviosismo que alteraba el timing, pero que Javier transformó en una indicación sobre “pausas que invocan espíritus”.
La Función en la Plaza y Ecos en el Barrio
La obra se estrenó en la plaza de Fuencarral, bajo un toldo con mesas de picnic y sillas plegables que crujían al sentarse, donde 110 vecinos —desde abuelas con pañuelos hasta niños con linternas de juguete— vieron los actos representados en un círculo de cajas. Javier y Lucía dirigieron el montaje con faroles de cartón, invitando al público a “invocar” un fantasma añadiendo una línea en las pausas —una abuela gritó sobre “el espíritu del panadero que amasa sombras”, hilando la función en vivo. La puesta en escena incluyó un “coro de ecos”: el elenco extendió retales para que los espectadores tocaran las vestimentas, revelando texturas —una mano callosa tiró de un hilo en el disfraz del herrero y sacó una acotación oculta, pero el hilo se enredó en la segunda réplica, provocando una risa general y un desate manual que los asistentes aplaudieron como “el nudo de las leyendas vivas”. La velada recaudó 120 entradas a bajo costo, con ganancias para un fondo de vestuarios reciclados.
En el Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, “Sombras en la Castellana” ha desatado un flujo de espíritus: las acotaciones de los espectadores circulan en el club de teatro vespertino, donde 32 estudiantes más jóvenes contribuyen escenas quincenales con diálogos garabateados en los márgenes —un chico de 15 años añadió una réplica sobre “fantasmas que bailan en el metro”, extendiendo la obra como un tapiz en movimiento. Sandra Benítez ha propuesto un “festival de sombras barriales” trimestral, con funciones en plazas locales abiertas a vecinos que traen sus leyendas para improvisar, fomentando un círculo de narrativas compartidas. Lucía, ajustando un retal con una costura fresca, reflexiona: “La plaza nos mostró que un fantasma no necesita niebla; basta con una voz que lo llama”. Javier, con una acotación tachada en su guion, asiente: “Y si el viento invernal enreda un hilo, siempre podemos desatarlo con una réplica más callejera”.
Este triunfo de los actores del Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras en el Festival de Teatro Barrial no es un telón caído; es un hilo que se extiende: planeamos una gira por plazas madrileñas con aportes de paseantes del Retiro, ensayada en el salón del campus. Si guardas una leyenda de acera en el recuerdo o un diálogo de mercado que pide escena, tráelo a nuestro próximo ensayo: trae tu guion, tu retal y esa réplica que se enreda al decirla. En Aevena Cirvela de Artes y Letras, celebramos las sombras imperfectas del barrio, tejiendo teatro una pausa a la vez.
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