En el Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, el diseño no es solo estética; es un acto de rescate que transforma retazos olvidados en testimonios vivos del barrio. Este abril de 2024, dos estudiantes de nuestro programa de Diseño Gráfico y Artes Visuales han sido galardonados con el Premio de Sostenibilidad Creativa de la Red Iberoamericana de Escuelas de Diseño, por su iniciativa “Tejidos del P.º de la Castellana”. El proyecto, un conjunto de 12 prototipos de accesorios hechos con telas recicladas de mercadillos locales —bolsos con patrones bordados de mantones antiguos y bufandas tejidas con hilos de abrigos desechados—, resalta cómo el upcycling puede preservar la memoria cultural de Fuencarral-El Pardo. Cada pieza, medida en 40×30 cm aproximados y con costuras visibles que dejan ver el origen humilde del material, invita a llevar una historia en el hombro, como el bolso de María que incorpora un retazo de pañuelo sirio con una costura torcida que evoca viajes interrumpidos —esa irregularidad, como un hilo que se suelta en el uso diario, es lo que da a los diseños de Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras su encanto auténtico y usable.
El Nacimiento en el Taller: Recogida y Creación
La idea surgió en las clases prácticas de Diseño Sostenible, un módulo donde los estudiantes salen al Paseo de la Castellana, 259E, con bolsas de tela y tijeras romas para cazar tesoros en los contenedores de ropa usada del mercado cercano. Elena Vargas, de 19 años y en su tercer semestre de BFA en Diseño Gráfico, fue la instigadora: “Vi un chaleco raído en un puesto y pensé en cómo sus botones contaban domingos de misa en los noventa”, explica mientras cose un prototipo de prueba, con una puntada floja que deja ver el forro interior, un detalle que decidió mantener para “recordar el origen imperfecto”. Su compañera, Lucía García de 18 años y estudiante de bachillerato en Artes Visuales, se enfocó en la funcionalidad: “No queríamos arte de vitrina; estos accesorios deben resistir el roce del metro matutino, con hebillas reforzadas de cuero recuperado de cinturones viejos”. Bajo la guía de nuestra profesora Paloma Díaz, que trajo su kit de agujas heredado de su abuela andaluza, el dúo dedicó siete semanas a la recolección: sábados por la mañana revolviendo pilas de prendas en el mercadillo de Cuatro Caminos, seleccionando solo telas con “historia” —un vestido sirio con bordes deshilachados por el uso, o una falda flamenca con manchas de vino que Lucía lavó a mano en un cubo del taller, dejando un tono rosado irregular que se convirtió en el color base de tres bufandas.
El proceso de creación se desarrolló en el taller del campus, un espacio con mesas de madera astillada y estanterías repletas de ovillos desordenados. Comenzaron con patrones a escala en papel kraft, cortando formas básicas como hombros y solapas, pero ajustándolas sobre maniquíes improvisados con ropa vieja: el primer bolso de Elena se desarmó al probarlo, con un asa que se soltó por una costura apresurada, obligando a reforzarla con puntadas dobles que, en retrospectiva, añadieron robustez y un relieve textural interesante. Lucía experimentó con tintes naturales —remojando hilos en té negro para tonos terrosos—, pero un lote se tiñó desigual por exceso de agua, creando vetas moteadas que inspiraron la “colección marmórea”, donde cada pieza parece un mármol urbano con venas de memoria. Las tardes terminaban con sesiones de prueba: Elena caminaba por el patio con un prototipo al hombro, simulando el peso de una compra diaria, mientras Lucía anotaba en un cuaderno raído qué costuras cedían bajo la lluvia primaveral simulada con una manguera —un chaparrón accidental mojó el suelo y emborronó un patrón, pero ese borrón se tradujo en una ilustración bordada que evoca “lágrimas de tela”. Paloma Díaz, con su ojo crítico pero cálido, intervenía: “Esa costura floja no es fallo; es el pulso del usuario que la aprieta”.
La Exhibición en la Feria y Raíces en el Barrio
Los prototipos viajaron a la Feria del Libro de Buenos Aires para la fase iberoamericana, donde 35 escuelas presentaron en un salón con mesas de vidrio y focos que destacaban las texturas. Elena y Lucía, acompañadas por Paloma Díaz, instalaron su stand con perchas de bambú reciclado, colgando las piezas como en un perchero de barrio, y explicaron al jurado —diseñadores chilenos y portugueses— cómo cada accesorio lleva un “etiqueta narrativa”: una tarjeta cosida con el origen del retazo, como el bolso con un botón de los setenta que perteneció a una costurera marroquí. La demostración incluyó un “desfile táctil”: invitaron a los visitantes a tocar las costuras, revelando historias —un jurado tiró de un hilo suelto en una bufanda y sacó una nota con un verso de un poema andaluz, un detalle que provocó un “¡ay!” colectivo y risas nerviosas. El premio, con 3.500 euros y una invitación a un workshop en São Paulo, elogió la serie por su “enfoque táctil en el upcycling cultural, con piezas que narran sostenibilidad local de manera accesible y emocional”.
De vuelta en el Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, el reconocimiento ha hilvanado un movimiento: los prototipos se exhiben en una vitrina del taller, con hilos colgantes que alumnas más jóvenes “cosen” en talleres abiertos, agregando sus propios retazos —una niña de 16 años añadió un parche de su falda escolar a un bolso, extendiendo la colección familiar. Paloma Díaz ha lanzado un “mercado de retales” mensual en el patio, donde estudiantes y vecinos intercambian telas usadas por clases gratuitas de costura básica, fomentando un ciclo de reciclaje comunitario. Elena, probando un nuevo prototipo con una costura fresca, comenta: “Buenos Aires nos enseñó que un hilo suelto no rompe; invita a remendar con manos ajenas”. Lucía, con una aguja entre los dientes, asiente: “Y si el viento primaveral deshilacha un borde, siempre podemos tejerlo de nuevo con un poco más de historia”.
Este logro de los diseñadores de Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras en el Premio de Sostenibilidad Creativa no es un remate final; es un ovillo que se desenreda hacia más manos: planeamos una pop-up shop en el mercadillo de Fuencarral, donde los accesorios se vendan a bajo costo, con ganancias para un fondo de materiales reciclados. Si guardas un viejo chaleco con botones sentimentales o una falda con dobladillos deshilachados, tráelo a nuestro próximo taller: trae tu aguja, tu retazo y esa puntada que nunca alineaste. En Aevena Cirvela de Artes y Letras, celebramos los deshilachados que nos unen, cosiendo sostenibilidad una costura imperfecta a la vez.
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