En el Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, las historias no se limitan a palabras en una página; se convierten en lienzos que capturan el latido de vidas entrelazadas. Este enero de 2024, un equipo de estudiantes de nuestro bachillerato y grado en Diseño Gráfico y Artes Visuales ha conquistado el tercer puesto en el Concurso Europeo de Narrativa Visual, organizado por la Red de Centros Culturales de la UE. Su propuesta, “Hilos Invisibles”, es un portafolio de 25 ilustraciones secuenciales que narra las trayectorias de familias migrantes en Madrid, fusionando bocetos a lápiz con collages de tejidos tradicionales y mapas personales. Cada pieza, de 30×40 cm, invita al espectador a “desenredar” capas de identidad, como un tapiz que se deshace y rehace bajo la luz, con alguna costura floja que deja entrever el proceso manual —esa vulnerabilidad, como un trazo que se desvía, es lo que hace que el trabajo de Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras resuene con tanta autenticidad en un certamen que premia la sensibilidad cultural.
El Origen: Bocetos en el Taller de Fuencarral-El Pardo
La semilla de “Hilos Invisibles” se plantó en nuestro taller de Narrativa Visual Aplicada, un rincón polvoriento del campus con mesas rayadas por años de lápices y mesas atestadas de retazos de tela traídos por alumnos. Ana López, de 19 años y en su tercer semestre de BFA en Diseño Gráfico, fue la impulsora: “Quería dar voz a las abuelas del mercado de Fuencarral, que cosen patrones marroquíes en abrigos madrileños”, cuenta mientras extiende un boceto arrugado, con una mancha de té que simula una lágrima improvisada. Junto a ella, Carlos Ruiz, de 18 años y estudiante de bachillerato en Artes Visuales, aportó la estructura secuencial: “No bastaba con imágenes estáticas; cada ilustración debía enlazar como un hilo conductor, guiando al ojo del lector por un laberinto de recuerdos”. Bajo la dirección de nuestra profesora Paloma Díaz, titular en diseño interactivo, el equipo de cuatro —dos de diseño y dos de letras— dedicó ocho semanas a recopilar testimonios: caminatas por el Paseo de la Castellana, 259E, para charlar con vendedores ambulantes que compartieron patrones familiares cosidos a mano, y tardes en la biblioteca del colegio revisando archivos de migraciones del siglo XX, como los diarios de exiliados republicanos que Ana fotocopió con manos temblorosas por el frío invernal.
Cada ilustración surgió de un ritual diario: mañanas de dibujo libre en el patio, donde el viento de enero volteaba las hojas y borraba contornos, obligando a redibujarlos con más determinación. La primera pieza, “El Embarque”, muestra una maleta deshilachada con hilos que se extienden hacia siluetas de barcos, inspirada en el relato de una vecina argelina que llegó en los ochenta; Carlos la tejió con fibras reales de lana recuperada de un taller local, pegadas con cola casera que, en una prueba, se secó irregular y creó texturas inesperadas —un “error” que el grupo decidió mantener como símbolo de llegadas accidentadas. La secuencia avanza con collages que incorporan mapas recortados de Google Earth, alterados con tintas acuarela para evocar rutas inciertas: una familia siria cruzando el Mediterráneo se representa en la décima ilustración con hilos rojos que forman olas, pero con un nudo flojo en el centro que invita a los jurados a “tirar” y revelar una nota oculta con un poema de Mahmoud Darwish traducido al español. No faltaron los tropiezos cotidianos: en la quinta semana, una tormenta de granizo dañó tres bocetos expuestos en el caballete, dejando manchas que Ana integró como “lluvias de bienvenida”, transformando el desastre en una metáfora de adaptación forzada.
La Presentación en Bruselas y Ecos Locales
El portafolio viajó a Bruselas para la fase final del concurso, donde 45 propuestas de toda Europa compitieron en una galería con techos abovedados y luces que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes blancas. Ana y Carlos, acompañados por Paloma Díaz, defendieron su trabajo ante un jurado de curadores de la Tate Modern y editores de la Feria del Libro de Fráncfort: desplegaron las ilustraciones en una mesa larga, explicando cómo cada hilo representa no solo geografía, sino lazos emocionales —un abuelo portugués que enseña a su nieto a bordar cruces en la decimoquinta pieza, con un hilo suelto que, al jalarlo, despliega una foto familiar plastificada. La presentación tuvo su cuota de nervios: Carlos olvidó una lámina en el hotel, obligando a una recreación rápida con lápiz en una servilleta, que el jurado elogió por su “inmediatez cruda”. El tercer puesto, con un premio de 2.500 euros y una exposición itinerante en centros culturales de Lisboa y Berlín, reconoció la obra por su “integración hábil de artes visuales y testimonios orales, con un enfoque en la resiliencia migrante que evoca la diversidad europea”.
De regreso al Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras, el reconocimiento ha tejido nuevos patrones en nuestra comunidad: el portafolio ahora adorna las paredes del taller, con hilos colgantes que estudiantes más jóvenes “desenredan” en sesiones guiadas, compartiendo sus propias historias de raíces mixtas —una niña de 15 años añadió un hilo azul para su herencia colombiana, extendiendo la obra colectivamente. Paloma Díaz ha propuesto un módulo anual de “Narrativa Tejida”, inspirado en el concurso, que incorpora visitas a mercados locales para recopilar telas y relatos, abierto a padres que cosen en casa. Ana reflexiona, enrollando un hilo sobrante alrededor de su dedo: “Bruselas nos mostró que un dibujo no es perfecto hasta que alguien lo toca y lo altera un poco”. Carlos asiente, con un trazo fresco en su cuaderno: “Y si un hilo se rompe en el camino, es porque estaba destinado a conectar algo nuevo”.
Este logro del equipo de Colegio Aevena Cirvela de Artes y Letras en el Concurso Europeo de Narrativa Visual no es un fin, sino un ovillo que se deshilvana hacia más creaciones: planeamos una réplica local en la Feria del Libro de Madrid, donde visitantes podrán contribuir sus propios “hilos” a un tapiz colectivo. Si eres un artista en ciernes con un relato guardado en un cajón, o un familiar con patrones familiares olvidados, acércate a nuestro próximo taller abierto: trae tu aguja, tu hilo y esa costura que nunca quedó recta. En Aevena Cirvela de Artes y Letras, convertimos las imperfecciones en patrones que perduran, tejiendo identidades que no se deshacen fácilmente.
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